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Propaganda ecologista: Nunca máis

Empezar este artículo citando a Ortega y Gasset y su famoso «yo soy yo y mi circunstancia» no me parece, he de confesar, el más original de los comienzos.  Pero hoy no se me ocurre nada mejor. Desde que escribiera esas líneas en su obra Meditaciones del Quijote de 1914, han quedado incorporadas en nuestro lenguaje cotidiano y se repiten, de modo ciertamente frecuente, por muchos de los filósofos de barra de bar que pueblan nuestra geografía. Sin embargo, al igual que atajamos y modificamos otras tantas palabras en nuestro lenguaje común, hemos acortado la cita del filósofo madrileño eliminando la yuxtapuesta: «y si no la salvo a ella no me salvo yo».

Nuestra «circumstantia» (término latino que se traduce como «lo que está alrededor» o «lo que rodea») tiene un impacto innegable en nuestro comportamiento. Para conocer verdaderamente quienes somos, hemos de entender nuestra situación, salvarla, como decía Ortega y Gasset. Si no lo hacemos, no entenderemos el porqué de nuestras acciones. Incluso los organismos unicelulares tienen un entorno que les afecta. Cambiadas las condiciones del medio, se producen cambios en los individuos con el objetivo de adaptarse y sobrevivir. Nada que no dijera ya Darwin. Cambiadas las circunstancias, sacados de nuestro contexto, mutamos y nos comportamos de modo distinto.

En mi caso, esta transformación ocurre curiosamente cuando cruzo el umbral de la peluquería. Un antiguo salón de apenas diez metros cuadrados donde, mes sí, mes no, me espera mi peluquero Jorge. De techo a suelo, acompañando al único sillón central, decoran el recinto unos estantes de madera en los que reposan algunos frascos con aire vintage que en algún momento debieron contener productos de cuidado capilar. En la pared, enmarcada en acero, una colección de pins de la Expo 92 de los que repartían con el periódico. Una combinación irrepetible que, junto con el hilo musical de Nostalgia FM, me hacen viajar en el espacio y el tiempo. Me sacan de contexto. Entre tijeretazo y golpe de peine, este barbero granadino, consigue crear el clima adecuado para que yo, al igual que otros muchos clientes, nos relajemos lo suficiente para abrirnos y contarle nuestra vida. Creo que alguno ha llegado incluso a confesarle que mató a Manolete.

Y no es virtud exclusiva de este gremio, también en otros oficios es sabido que cuando estamos sin cámaras ni micrófonos, «off the record», que dicen los ingleses, nos alejamos del rol que cotidianamente interpretamos y somos más accesibles, más abiertos. Nos quitamos la careta porque la gomilla nos aprieta en el día a día. Y deja marca. Un amigo periodista dice que una de las primeras lecciones que le enseñaron en la universidad es la de no apagar nunca la grabadora en una entrevista, ya que el mejor material se consigue antes de empezarla y después de haberla terminado, cuando la persona está relajada y no interpreta ningún papel. En el campo de la negociación aplica el mismo principio. Los minutos previos o posteriores a la interacción formal, cuando la guardia está baja, resultan claves para averiguar los intereses de la otra parte y persuadirle sibilinamente. Y por supuesto, en política, también ocurre algo similar. Si quieres promover u obstaculizar un cambio legislativo, debes intentar abordar al político de turno fuera de la Cámara y seducirle en favor de tu causa. Es lo que hacen los «lobbies».

Dicen que el origen de estos grupos de presión se remonta a la Inglaterra del siglo XVII. En aquel tiempo, los parlamentarios británicos eran abordados por distintas fuerzas sociales en el vestíbulo (lobby en inglés) del Palacio de Westminster antes de entrar a la Cámara de los Comunes. El objetivo era hacerles llegar las opiniones e intereses de los implicados en las decisiones que se iban a tomar para tratar de influirles pro causa. No obstante, no fue hasta el siglo XIX cuando comenzó a usarse dicho término para designar a estas organizaciones que, no es ningún secreto, son interesadas, parciales y subjetivas. Pero esto no significa que los lobbies sean mala cosa o que no tengan razón de ser. Todo lo contrario. Cumplen una función necesaria y tienen un peso específico muy importante en la elaboración de políticas comunes europeas.

La UE tiene un registro voluntario de estos grupos que fue creado en 2011 y que, a principios de 2023, contaba con 12.436 organizaciones inscritas. Divididos en tres ramas principales (consultoras profesionales, plataformas empresariales y organizaciones no gubernamentales), entre ellos encontramos a consultoras como FTI Consulting o Denton Global Advisors, empresas como Shell, Bayer y Google y ONG’s como Greenpeace o Ecologistas en Acción. Según el último informe «Lobby Planet» al que he podido echar el guante (data de 2019), solo en Bruselas, hay más de 25.000 personas que trabajan directamente para los lobbies. Si tenemos en cuenta que la población de este municipio asciende a poco más de 180.000 personas, resulta que el 14% de los residentes en Bruselas pertenecen a algún lobby.

Y claro, entre tanta gente y jugando al achique, lo normal es que encontremos de todo; lobbies buenos y lobbies regulares. Así que voy a ir centrando el tiro sobre el grupo que me interesa: el de lobbies ecologistas. Vaya por delante que respeto y admiro el trabajo que hacen. Lo digo sinceramente. Lo que no molesta, no se arregla. Si no fuera por su férrea labor tocando las narices, muchos de los cambios que resultan necesarios para una sociedad más sostenible, no llegarían a realizarse nunca. Contrariamente, otras de sus cruzadas carecen totalmente de sentido y van en contra del manido desarrollo sostenible. Me refiero de modo específico a la campaña contra el plástico «Mares Limpios» que, auspiciada por la ONU, se inició en 2017 y que tiene como objetivo (cito literalmente) «terminar con la adicción de la humanidad al plástico innecesario y evitable».

En mi opinión, esta campaña que no obstante ha resultado altamente efectiva, comenzó con mal pie. En primer lugar, porque nos metieron a todos en el mismo saco. Oiga, adicto lo será usted. Pero no contentos con eso, culminaron la consigna fijando unos objetivos altamente inespecíficos. Porque, vamos a ver ¿quién determina que es innecesario o qué es evitable? ¿usted? Eso dependerá de la persona y el caso. Como dijo San Agustín, “la necesidad no conoce leyes”. Si no que se lo digan a nuestro querido presidente del Gobierno y su Consejo de Ministros…Y voy a imitar precisamente a la vicepresidente segunda, Yolanda Díaz, y les voy a dar no un dato, sino varios, para ilustrar cuan necesario sigue siendo el plástico.

▶️ Según cifras de la ONU, en el año 2019 terminaron en la basura 931 millones de toneladas de alimentos, o lo que es lo mismo, el 17% del total de alimentos disponibles para los consumidores. El plástico contribuye a reducir el desperdicio alimentario global alargando la vida útil de los productos. Un envase plástico puede alargar la conservación de un filete de carne hasta 10 días más, con lo que disminuye la posibilidad de que termine en el cubo de basura. Y no se trata solamente de no desperdiciar el filete, sino también los recursos que se han utilizado para producirlo. Por ejemplo, según la FAO son casi 15.000 litros de agua los que se necesitan para producir un kilo de carne bovino.

▶️ Los envases plásticos son de media cuatro veces más ligeros que los fabricados con otros materiales, lo que permite envasar la misma cantidad de alimentos o bebida con menos cantidad de material. Esta ligereza reduce las emisiones derivadas del transporte, ya que hacen falta menos viajes y, por tanto, menos consumo de combustible. No creo que haga falta explicar que a menos consumo de combustibles, menos emisiones de CO2, pero sí que conviene recordar que la UE tiene el compromiso de reducir los gases de efecto invernadero en al menos un 55 % de aquí a 2030. No creo que vayamos a conseguirlo usando vidrio o algún otro material en sustitución del plástico.

▶️ Con la tecnología actual, los plásticos de un solo uso son insustituibles en labores sanitarias y de higiene. Durante la pasada pandemia los millones de guantes y mascarillas que se emplearon salvaron la vida de otras tantas personas. Y no solo es su excepcional desempeño en tareas médicas y sanitarias. Los ahora prohibidos utensilios de cocina fabricados en plástico evitaban el uso de energía, tiempo, agua y otros ingredientes químicos (detergentes) necesarios para la limpieza y acondicionamiento de la vajilla para los siguientes usos.

Sin embargo el acusado ya ha sido juzgado y sentenciado. Culpable, dice el veredicto. Cual Jesucristo camino del Gólgota, el plástico se dirige hacia su lugar de crucifixión mientras los viandantes le escupen e increpan. Cualquier excusa es buena. Así ocurrió, por ejemplo, con la noticia del vertido de pellets que se produjo a primeros de diciembre en Portugal y que tocó las costas gallegas semanas más tarde. Mientras que cofradías de pescadores locales quitaban hierro al asunto y aseguraban que la fauna no estaba siendo afectada, los medios de comunicación encendían la mecha de la polémica e incluso, algún ejecutivo de Greenpeace España, llegaba a equiparar este incidente con el del aciago Prestige. ¿De verdad? Voy a tratar de analizar el incidente y así comparamos.

▶️ Vamos a ver, si se trata de pellets de PP o PE (esto último parece lo más probable) estamos hablando del material con el que se hacen, por ejemplo, los tapones de las botellas de las que bebemos refrescos o agua mineral. Siendo así, me parece improbable que puedan provocar contaminación química de las aguas ya que, si fuera el caso, también contaminarían las bebidas contenidas en los envases fabricados con estos materiales. Sin embargo bebemos de estos envases tranquilamente, ¿o no lo hacemos? Esto no significa que esté demostrado que el plástico sea totalmente inocuo. Los verdaderos efectos que pueda tener posiblemente no se conozcan hasta dentro de un par de siglos y hemos de incorporar en la ecuación los aditivos que se usan para procesarlos. Pero como digo, si es un problema que estén en el mar, esos mismos plásticos están en contacto cotidiano con todo lo que comemos y nadie se espanta por ello.

▶️ Al respecto de la flora y fauna, ¿es posible que algún organismo marino o un ave se trague una bolita y se atragante? Pues sí. Ya os dije al principio que todo cambio en el entorno tiene un impacto sobre el individuo y la presencia de estos pellets tendrán algún efecto (negativo, positivo o neutro). Además esos plásticos, una vez ingeridos por los animales, pueden propagarse a través de las cadenas tróficas y llegar a los seres humanos. ¿Y qué daño, si es que hay alguno, causan a la salud humana? Pues los datos que arrojan los estudios científicos llevados a cabo hasta la fecha no parecen ser concluyentes. Inocuos o no, no deja de ser preocupante que se hayan llegado a  encontrar partículas de plásticos en el interior de pulmones de pacientes quirúrgicos y en la sangre de donantes anónimos. Sin embargo, hasta la fecha, no ha habido estudios epidemiológicos que documenten, en un grupo grande de personas, una conexión entre la exposición a microplásticos y problemas en la salud. Os copio un enlace a un artículo de National Geographic donde se desarrolla este punto:

https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2022/04/danos-producen-microplasticos-salud-personas

▶️ También hemos de hablar de la contaminación paisajística, si bien, y a diferencia del chapapote, la granulometría de este material hace que se mezcle y casi se confunda con la arena, aunque evidentemente esto dificulta las labores de limpieza y retirada.

▶️ Y por último, y no por ello menos importante, voy a referirme al  daño económico ocasionado, no por el vertido en sí, sino por la cobertura mediática que se ha hecho. El presidente de la Federación gallega de cofradías, José Antonio Pérez, declaraba que «no hay ningún pez ni marisco que se lo esté comiendo» y que «lo que nos están haciendo es una publicidad totalmente engañosa» mientras explicaba cómo habían bajado las ventas por el infundado temor de la población a tenor de las noticias.

Y habiendo analizado, punto por punto, los impactos que puede tener el vertido, me pregunto de nuevo, ¿de verdad esto es tan grave como el derrame del Prestige tal como pretenden hacernos creer algunas fuentes? Sinceramente, no sé si es desconocimiento, mala fe, o que ese día toca publicar y a veces no sabe uno qué poner. Y no trato de minimizar el incidente ni digo que no tenga importancia. No quiero parecerme al otrora portavoz del Gobierno, Mariano Rajoy, y sus famosos «pequeños hilitos que salen del Prestige»… Al contrario. Hay que depurar responsabilidades y tomar medidas para que no se repita. Las consecuencias de este vertido puede que no sean tan graves pero, en otros, pueden ser desastrosas. Sin embargo, lo que quiero transmitir con este texto es que no se debe confundir y manipular al personal con las noticias. No solamente a los vertidos, a esto también hay que decir: ¡Nunca máis!

Flaco favor nos están haciendo los agentes y medios que fomentan el acoso al sector del plástico. Quizás hablo de manera sesgada, porque he trabajado varios años en la industria, pero precisamente por ello, lo hago con conocimiento de causa. Pocos envases tan reciclables, seguros, económicos e higiénicos como los que se fabrican en plástico. Sin embargo el marketing y las técnicas de greenwashing  están llevando a algunos fabricantes a usar soluciones menos ecológicas, para satisfacer la equivocada percepción que tienen los consumidores sobre lo que es verde y lo que no, debido a la manipulación a la que están expuestos. Afortunadamente, como para todo, hay contrapesos. Grupos como el de la industria plástica europea (EuPC) defienden en Bruselas el uso racional de los plásticos en aquellas aplicaciones en que se ha demostrado que es el material más eficaz.

No obstante, la batalla de los medios ya la ha ganado la liga «plastic free» y, viviendo en plena era de la posverdad, recuperar el terreno perdido se me antoja improbable. Los compromisos adquiridos, como la tasa impositiva que penaliza al plástico y que entró en vigor en territorio español en enero de 2023, difícilmente se revertirá, al menos en el corto plazo. Solo espero, que las medidas en pos de la ecología que se tomen en lo sucesivo se hagan en base a datos y hechos contratados y no en base a opiniones y consignas de pancarta. Porque nos jugamos mucho. Nos jugamos nuestro hábitat, la Tierra, y como diría Ortega y Gasset “si no la salvamos a ella, no nos salvamos nosotros”.